Estoy a punto de entregar mis armas.
El camino es largo, la batalla dura,
pesada la carga de la soledad
que me legan los héroes caídos:
los combatientes intrépidos y firmes
hasta el fin. Mientras tanto, veo alzarse
la bandera del miedo y la tristeza,
vergüenza para un joven caballero,
fiel servidor del rey. Mas es tarde.
Se apaga la lumbre. Ya duermen todos
la febril pesadez de los vencidos.
El sabor de Ginebra me mantiene vivo,
está en mí impregnado,
me siento preso… cuando ella me mira,
me gustaría vivir… en su alma enjaulado.